Atilio Pedro Castagnaro es testigo y protagonista de la Argentina compleja: estudió Ingeniería Agronómica en la UNT y se especializó en España, y volvió al país en 1994 en el marco de un programa de repatriación de científicos justo un mes antes de que el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, mandara a los científicos a lavar los platos. “Entonces estaba Raúl Matera al frente del Conicet; y él entendía la importancia de la ciencia”, argumenta Castagnaro, tratando de explicar cómo en un mismo gobierno - el de Carlos Menem- podían convivir dos mensajes antagónicos. No es la única paradoja que le ha tocado experimentar: Castagnaro, que es fundador de la filial Tucumán de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), integra un equipo regional que acaba de ganar un subsidio de 800.000 euros para desarrollar un “laboratorio virtual” de mejoramiento de la soja en el Mercosur, tema que para cierto “falso ecologismo” (así lo define él) resultaría incompatible con la prédica social.
Sin embargo, Castagnaro enfatiza, buscando las palabras justas, no sin antes señalar que él es “parte de un equipo”: “Yo no soy sólo un técnico ni mucho menos un tecnócrata. Y creo que cada uno, desde su trabajo cotidiano, puede, y debe, contribuir a la construcción de una sociedad más justa y solidaria”.